Cuando empezamos a trabajar en nuestra carpa para el stand, entramos en un dilema que nos acompaña hasta el día de la fecha: practicidad o recreacionismo. Evidentemente nuestra filosofía, deseo y estilo se volcaba a este segundo; pero el tiempo, la capacidad del traslado y nuestra disponibilidad en los eventos nos obligaba al primero. La pregunta que se gestó entonces fue ¿Cómo encontrar un balance entre ambas posiciones encontradas? Aún hoy no tengo la respuesta, pero a mi humilde entender el trabajo fue sumamente satisfactorio y gratificante.
En un principio, sólo pensábamos en cómo sería nuestra carpa, pero luego se suscitaron nuevos problemas que incluyeron una mesa para apoyar nuestras cosas, algo donde sentarse y la falta de iluminación por parte del locador. No íbamos a tener nada a favor salvo nuestro pequeño cuadrado de tierra. Tuvimos que poner manos a la obra en lo que prácticamente se convirtió en una Tienda de Campaña en sólo una semana.
Las horas pasaban y trabajábamos en simultáneo sobre la mesa, el banco, la carpa, el estandarte, las antorchas, etc, etc, etc. Fue una carrera contra el tiempo. No somos personas que nos guste lo desordenado pero tuvimos que adaptarnos, hasta que al final (y personalmente creo) terminó siendo un trabajo muy bien logrado teniendo en consideración todos los obstáculos que se presentaron y el tiempo disponible. Ahora, resta corregir los pequeños defectos, terminar los pendientes y pulir los detalles. Pero cumplimos con los plazos.
Una de las cosas más remarcable de esta experiencia es que comenzamos utilizando herramientas modernas tratando de ganar el mayor tiempo posible, preparando los listones, lijando, agujereando y cortando. Pero pronto comenzamos a usar inconscientemente herramientas antiguas como martillos, cuchillas, cuñas, palancas, etc. ¿Adivinen cuál fue la parte más emocionante? Hubiese jurado que no hay nada como destrozar la madera con potentes monstruos eléctricos, destructivos y voraces. Sin embargo, hay un aspecto tan honorable, profundo y satisfactorio en las herramientas manuales que es imposible olvidar. Estas últimas sacan lo mejor de uno, tienen un trasfondo constructivo, un caracter de permanencia y de transmisión de nuestra esencia. El resultado del esfuerzo realizado nace entonces como una parte nuestra, como una herencia de lo que somos y un mensaje de lo que queremos ser.
Es difícil explicar la satisfacción resultante en alcanzar las metas, aún cuando éstas sean tan pequeñas como esta. Continuamente, y por desgracia día a día cada más frecuentemente, escuchamos a nuestro alrededor diferentes formas de negación y desprecio incluso en las cosas más cotidianas que hacemos. Probablemente sea producto de nuestro estilo de vida moderno y las presiones que vamos acumulando cada año que pasa. Esto me puso a pensar esa misma noche que volvimos del evento mientras el viento a mi alrededor no podía influenciar mis pensamientos con sus murmullos ni el frío podía quitarme esa sensación de plenitud. E imaginaba a aquellos hombres de antaño que peregrinaban miles y miles de kilómetros en cada una de sus campañas o que trabajaban de sol a sol en sus tierras medievales. Dudé repetidas veces si aquella vida abismalmente distante a los placeres modernos, la comodidad de nuestra tecnología y la evolución del pensamiento sería realmente tan mala como presuponemos.
Imagino estar allí, más de 600 años atrás en una aldea. Seguramente las pertenencias serían escasas, pero sumamente valiosas. Y digo esto no por la escacez de recursos, su falta de riqueza o su carencia de conocimientos, sino porque cada cosa alrededor tendría ese carácter de transferencia. Cada objeto, cada construcción, cada camino. Todo sería parte de alguien y todo parte de uno. Parte de nuestra descendencia. También de nuestros ancestros. Su marca sería eterna, salvo por el hombre mismo. Porque más allá de nuestra corta presencia en este mundo, es el único ser capaz de destruir lo perenne, de quitarle el alma al universo y convertirlo en un cascarón vacío. El evento fue breve, o pasó demasiado rápido para mi. Hoy ansío volver a estar bajo ese techo lleno de recuerdos, rodeado de todos esos objetos con espíritu propio. Quiero volver a escuchar sus historias. Quiero sentir su presencia y su cálido cobijo.
Pero he de estar aquí, y escribiendo en esta fría computadora moderna pienso en mis logros. Tengo un horario común y dependo de una empresa. Mis sacrificios, logros y enseñanzas pasan desapercibidos a los ojos del mundo, absorvidos por los jefes o gerentes sobre mi. Personas que tampoco son recordadas. Porque su vida es absorvida por los dueños de las empresas que sólo son recordados por sus riquezas. La realidad es que hemos perdido la capacidad de construir una herencia, sólo generamos dinero. O lo debemos. Vacío e impersonal en su concepción y transitorio.
Hoy agradezco más que nunca haber participado de este proyecto. Al menos, ahora puedo decir que aunque sea efímera mi herencia, podría partir hoy mismo dejando algo a mi paso. Espero poder compartirlo con uds largos años y ayudarlos a cumplir muchas otras metas más. Cuando escucho que el Chastel Pelerin es un Refugio para todos los Peregrinos como yo, me enorgullece haberlo encontrado entre la neblina. Bajo su cobijo me siento un verdadero ser humano, que forja su caracter y construye su destino. Pero por sobre todo, como un arquitecto erijo mi legado.
Tal vez este mundo moderno se esté volviendo demasiado globalizado. Es posible que esté perdiendo su identidad, olvidando que posee una esencia. Es verdad que ahora todos contamos con gran cantidad de recursos, vivimos más años y mejor, que somos ricos en la concepción que nuestros ancestros veían al mundo. Pero tal vez sería agradable recuperar parte de nuestra herencia. Nuestros ancestros creían que el mundo se derrumbaba, y eso los inspiraba a perseguir el sueño de alcanzar tiempos remotos enormemente prósperos. Ninguno de ellos los había vivido, siquiera sabían si alguna vez había existido. Pero cada amanecer despertaban buscando mejorar. Puede ser tiempo que inicie una nueva Era. Porque lo Moderno está quedando Viejo, y como nuestros antiguos maestros creían: la vida es un continuo renacimiento.
Semper Fidelis!!!
Hereditatem Tradimus!!!
"El caos encuentra refugio sólo donde el hombre carece de fe.
Muchas veces habré caído de rodillas, la Muerte me conoce bien.
Pero aún con mi último aliento no podrá sino encontrarme de pie."
Martin Horacio Liparoti